CONTRAPUNTO

Y de esta manera me presento. Digo, por los comentarios que recibí al hacer las fichas. Y como dicen que “las historias las escriben los que ganan”, y sí se puede pensar de esa manera en relación a llegar a un destino, ahora escribiré la otra historia desconocida, la del auto de Pedro. Y sí el auto de Mariana fue una pareja feliz… quizá nosotros fuimos la infeliz.
Luego de haber transitado los momentos tan espectacularmente descriptos por nuestros compañeros, nos separamos rumbo al Lawn Tennis Club, “como habíamos quedado”. Subimos al muy perfumado y bien oloroso auto de Pedro y para sorpresa de los integrantes que ahí nos encontrábamos, Pedro escucha cumbia.
Los comentarios en el auto perdido son mucho más realistas y concretos, al parecer, que los del auto feliz y encaminado. Frente a la pregunta “¿Qué le falta a este día para que sea perfecto?”, se escucha la respuesta “¡Que nos paguen por hacerlo!!!!
Luego se realizan comentarios y silencios frente a la inesperada pregunta: “¿A quién van a votar ustedes? Opiniones divergentes, la izquierda, Lavagna, el rimel excesivo de Cristina y cierto escepticismo en relación a sí vale la pena, si quiera, discutir Temas, ya espinosos.
Luego el relato de Pedro acerca de su último fin de semana, en el que vio cómo una moto le robaba a los integrantes de un auto, cerca de donde en ese momento nos encontrábamos nosotros, haciendo estallar, en la cara de los integrantes dentro de la cabina, los vidrios de la ventanilla. Referencias a la violencia, el miedo, la desconfianza. Silencio.
Vemos a Valeria Masa y el comentario es: “¡que linda!!!” Mientras alguien comenta:
“ Sí, pero mi cuñada entró a una página de Internet, donde están todas sin photoshop, y son un desastre!!!!
Todo esto ya distaba mucho del día azul, la excursión escolar, las canciones de Disney y su Mundo Ideal.
A toda velocidad por las avenidas más ricas, “europeas”, y felices de la capital, empezamos a ver cómo hay gente que un martes a la mañana corre, corre sin cesar y surgen comentarios del tipo “que cosa, que envidia, como corren…. y encima no tienen nada que hacer. Un día de semana a esta hora” . Y los nuevos monumentos o no sé que cosa, puestos recientemente por el gobierno porteño, la calavera, un animal rojo y no sé que más. Surge el comentario de “cuanto habrán pagado por esto, y lo están poniendo…avísenle que es horrible, que paren!!!!
A toda velocidad con un estilo de manejo zigzagueante de Pedro y conociendo a la “perfección” los caminos de la zona norte de la capital, llegamos rápidamente a Lawn Tennis Club. Nos sentamos al sol, mientras Pedro y Eugenia tocan una maravillosa y rara, para mí, guitarrita roja que Pedro saca como por arte de magia y de manera inesperada del baúl de su auto.
Esperamos, esperamos, hasta que Ana Victoria decide llamar frente a la amenaza y premonición de que algo estaba funcionando mal, a alguien del, ya en ese momento, “otro grupo”.
Pese a las “posibilidades” tecnológicas y el “desarrollo de las comunicaciones” la comunicación se corta misteriosamente luego de palabras que incluían, “Figueroa Alcorta….Figueroa Alcorta….” Misterio, no entendíamos que pasaba, ni donde estaban y cierta angustia de no ser correspondidos en la necesidad de encuentro empezaba a aparecer.
Seguimos esperando, y a esta altura el sol, el calor, el cielo azul, empezaba a pesar sobre nuestras cabezas y la ropa negra de algunos. Y quejas con respecto al clima empezaron. Che, que calor!!! Y esta gente. ¿Cuándo vienen?, Se perdieron… y Ana Victoria aclaraba: “Sí, pero yo tengo la cartulina, no pueden empezar sin nosotros…”
Decidimos llamar, nuevamente, y nos informan que estaban en la calavera, para nosotros siniestra.
Subimos nuevamente al auto, volvemos a acomodar las cosas en el baúl, abrimos ventanillas y avanzamos rumbo a la calavera mientras somos interrumpidos por un camión, al que se le dirigen algunos insultos dentro de la cabina.
Giramos, giramos y volvimos a girar alrededor del icono de la muerte , mientras más nerviosos nos poníamos al encontrar calles en la dirección opuesta a la que deseábamos ir.
Y estacionamos el auto ya “algo” exaltados de una manera “espectacular”.
Volvemos a usar el aparto comunicador con el otro grupo y nos responden:
- Estamos acá, en la calavera…..
- ¿Pero dónde, dónde?
-En la calavera…
- En la calavera, no los vemos, y estamos acá!!!!

Y comentarios dentro del auto:
- Pregúntale, Decile que sea más específica,
- ¿qué altura?
- ¿qué grada?
- ¿qué lugar?
- ¡que se preocupen que no estamos!!!
- ¿No se dan cuenta que no estamos, que faltamos nosotros????
- ¿Y por qué pararon???? ¿Por qué no nos avisaron???
- ¿Hace mucho que están????-
- Decile, Decile que alguien venga a buscarnos aunque sea.

Y la fatal, respuesta: - “No podemos, es que estamos grabando…..
Momento trágico. ¿Cómo sin nosotros? Que pensamos que no podían empezar sin nosotros… tenemos la cartulina!!!!
A esa altura la decepción fue tal y creo que la percepción, (a analizar luego, cada uno donde crea) de no ser necesarios, ni buscados, ni deseados, que de esa manera finalizó en “YO, YA ME TENGO QUE IR, NO PUEDO, ME VOY”.
Vicki, Ana Victoria y Euge, bajaron del auto, luego me enteré que a buscar al “otro grupo”, y el resto nos fuimos en el auto de Pedro, frustrados, y por qué no decirlo, algo enojados.
Y así fue la historia del auto de Pedro, el que nunca llegó, el perdido. Pero sobre todo, el contrapunto, la contradicción dentro de ese maravilloso día. Contrapunto quizá necesario, para registrar el momento de felicidad cuando estábamos todos juntos. Ahora a la distancia, recordar el momento de enojo y que cause, ya, gracia. Y encontrar en él una situación extraordinaria.
Al final de cuentas pasamos juntos por primera vez, y pese a todo, un espectacular día, por haber sido nosotros todos, contrapuntos de la gran ciudad y del ritmo de la gente por las calles, como niños que los sacan de la escuela.

Ana M.